Un modo de mirar…

La observación es una acción social que nos vincula con el entorno desde determinaciones históricas y culturales; en tanto tal, es una interacción entre lo que venimos siendo y el medio en que nos vamos desenvolviendo.

Observar no es una acción pasiva, una impresión sensible de la realidad en nosotros, el reflejo de lo que está afuera en el interior nuestro; sino que es una interacción dinámica, cambiante y múltiple.

Revisaré, a continuación, la manera en que la observación aparece vinculada con la realidad como objetividad positiva, como cosa en sí, como hecho.

La perspectiva positiva del conocimiento asume la observación desde varios supuestos; por ahora, solo revisaré tres: el primero, que la realidad se manifiesta de manera evidente ante la percepción sensible y, por lo tanto, la percepción sensible es el medio predilecto para acceder a esa realidad. El segundo, que el modo en que se realiza esa percepción sensible debe ser diáfano, directo y sin interferencia de la opinión, creencia o posición del sujeto y, por lo tanto, se requiere como modo o procedimiento objetivo. Y el tercero, que el conocimiento es el proceso que permite evidenciar las reglas, las regularidades en que se presenta la realidad; es un trabajo del entendimiento sobre lo percibido para establecer sus elementos generales, comunes con otras percepciones ya desarrolladas como conocimiento anterior, con algo que se llama idea o concepto.

Por lo tanto, hay en este modo de conocimiento una distancia mínima entre lo que se ve y lo que es visto, entre el hecho percibido y la realidad evidente. Lo que se presenta, el hecho, es la manifestación de lo que es, la realidad; lo que es, la realidad, se presenta tal cual es, por medio del hecho, y la capacidad de verla pasa por el método que facilita aprehenderla en su presentación, como hecho, en su condición objetiva, de cosa. La cosa se presenta como un hecho que es, a su vez, la realidad.

Desde este enfoque del conocimiento, si el sujeto observa desde la perspectiva mágica, religiosa, metafísica o ideas preconcebidas no podrá ver la objetividad de la cosa que se presenta como un hecho de la realidad, sino que reflejará en la realidad sus impresiones, enturbiando la claridad que la percepción exige para acceder a la realidad; no ve la realidad sino despliega su propia perspectiva. No conoce sino que despliega su ignorancia sobre la realidad. Proyectará en la realidad los fantasmas, «phantoms», con que ha estado viviendo en el mundo.

La mejor manera de evitar que las posiciones de los sujetos interfieran con la observación positiva es a través del uso de medios de percepción y de registro que permitan «presentar» la realidad en su objetividad empírica, en lo que es (uso de instrumentos de percepción y de medida). Mediada por el instrumento, la objetividad ya no se presenta directamente a la subjetividad sino que se presenta en la objetividad del instrumento. La realidad se presenta, ante la percepción humana mediada, por el instrumento que la distancia de la subjetividad y que la hace más precisa, más exacta, más cercana a lo que ella es.

A partir de los instrumentos (de registro y medida) la realidad es percibida sobre la superficie de una objeto, no en el interior de un sujeto y, a su vez, es acotada según los rasgo que la hacen perceptible. Entonces la percepción puede ver, oler, saborear, tocar o escuchar el hecho según lo que es: realidad objetiva y no opinión subjetiva. Esa realidad requiere ser medida para desentrañar las características que la definen a través de los rasgos en que aparece; por lo que se perciben y miden sus características físico – químicas: color, olor, peso y vibración por medio de instrumentos.

La percepción sensible es susceptible de ser medida, con lo que se logra hacer que la cualidad sea traducible en cantidad. La cantidad permite abordar los hechos sin la interferencia de las impresiones particulares del sujeto; la cantidad permite que la cualidad sea medida, compartida y verificada universalmente. Una cualidad suele presentarse por medio de relaciones entre números que expresan las magnitudes del cambio en la composición cualitativa de la realidad. Esas relaciones solemos conocerlas como ecuaciones.

La realidad es susceptible de ser presentada en ecuaciones con números (que expresan las medidas de los cambios en las cualidades) y que se conocen como ecuaciones matemáticas. Las matemáticas aparecen como el lenguaje preciso que permite expresar la regularidad de la realidad, la generalidad de los hechos, las leyes de su ocurrencia, la composición de su objetividad. Las matemáticas son un modo de comunicación directo que expresa la regularidad de la realidad.

Hay, en la perspectiva del conocimiento positivo, una realidad que, como ente autónomo, se presenta ante los órganos de los sentidos, como hecho, y, en tanto tal, es un objeto que se compone de dimensiones y características físico – químicas. La realidad fáctica está compuesta por cosas con dimensiones y composiciones comprobables y verificables por la percepción y la medición.

Esta forma de la observación responde a unas relaciones sociales según un modo histórico y cultural determinado. La observación es una actividad social producida por los seres humanos según modos particulares de relación que están mediados por la condiciones generales en que se produce la vida; por lo que esta observación positiva responde a un modo específico en que los seres humanos han producido la vida y que particularmente se presenta como si fuese la única forma; es decir, es un modo que desconoce su particularidad histórica.