Una mirada intencionada

Hay un modo de conocimiento que no se centra en la objetividad de la realidad sino que se despliega desde el sujeto y su construcción de mundo. Un modo de conocimiento donde la subjetividad es fundamental. Si se acepta esto, el modo de la observación cambia, se ubica en otro «encuadre» de conocimiento.

Me arriesgare a proponer que eso del conocimiento expresa un modo de interacción del ser humano con el mundo. Entonces, nos encontramos ahora con otro «encuadre» de interacción. Pero, aún más, si este modo de interacción (conocimiento) es manifestación de una forma de mediación con el mundo, nos encontramos con otro «encuadre» de mediación, con otra mediación con el mundo.

Las mediaciones con el mundo se manifiestan en modos de interacción del ser humano que, a su vez, determinan una de sus formas de expresión: el conocimiento. No son lo mismo, sino que cada una está en relación según las características que determinan las mediaciones en momentos y lugares específicos. Las mediaciones tienen un carácter social, configuran y, a la vez, son configuradas por la sociedad, por los grupos humanos organizados.

Histórica y culturalmente las mediaciones sociales determinan las interacciones con el mundo; una de ellas se se expresa como conocimiento. El conocimiento no es el acceso puro a una realidad que está dada, de facto, a la cosa en sí; sino que es un tipo de expresión de ciertas interacciones que son, a su vez, manifestaciones de las mediaciones sociales concretas y específicas. El conocimiento es producto social en un momento histórico y en un lugar cultural; tiene una fecha y un territorio específicos, expresa la manifestación de las mediaciones sociales.

La observación, dentro del proceso de conocimiento que privilegia lo subjetivo, se convierte en parte del proceso en el que el entendimiento va configurando relaciones comunes o generales sobre los elementos percibidos sensorialmente. Esto es lo que he llamado aquí modo de conocimiento: el centrado en el proceso de entendimiento que los sujetos llevan a cabo.

Entonces, la observación no comienza con la percepción sensorial del objeto sino que está condicionada, determinada, por los conocimientos y las intenciones que trae el observador, el interés de la razón. El objeto no ofrece una realidad tangible per se sino que es abordado por la mirada del sujeto que es la que lo hace, lo configura. La mirada está orientada por el entendimiento, que es el que guía el interés de la razón; de cierta forma, no se ve con los ojos, sino que los ojos ven para el entendimiento; los ojos están en función del entendimiento.

Por otro lado, el observador ve con la historia individual y colectiva en que va viviendo; así, la observación forma parte de la manera en que los sujetos viven según las condiciones históricas. Toda observación es fruto de un observador que, a su vez, es resultado de sus experiencias vitales; está determinado por su subjetividad, que a su vez, está condicionada por la mediación social. No hay, por lo tanto, una subjetividad autónoma de la vida social, su autonomía está definida por la relación con lo social, es producto de lo social, es dependiente de las relaciones y mediaciones sociales.

Envestido por la subjetividad, el objeto es producto de la interacción del sujeto con el mundo, que está determinada por el entendimiento; es la interacción, orientada por el entendimiento, la que provoca, define y hace posible al objeto. El objeto no está antes de la acción del sujeto, sino que forma parte del mundo que el sujeto va creando y en el que él viene siendo creado; el objeto se constituye a partir del sujeto, es inmanente a la acción del sujeto y, a su vez, el sujeto es constituido por ese acto con el objeto. Esa relación con el objeto es una acción subjetiva, que llamaremos acto del entendimiento: la observación es parte del entendimiento del ser humano sobre el mundo en el que vive.

La objetividad sería, en este «encuadre» de conocimiento, una forma específica de manifestación de la subjetividad que trata de controlar las determinantes históricas y sociales en el proceso de conocimiento y que se aferra al método científico para intentarlo sin que, por ello, logre definitivamente abstraer la condición subjetiva del conocimiento. Porque lo subjetivo es inherente al acto de conocer; el entendimiento es el que orienta la acción propia del conocimiento, que es una acción subjetiva.

Por su parte, desde esta perspectiva, el entendimiento pone elementos comunes, generales y abstractos en el objeto que se le ofrecen por medio de la observación; es decir, desde lo que se conoce, el entendimiento conoce lo que se ve. El entendimiento es, como facultad del espíritu humano, el que permite que los sujetos puedan dar cuenta de los aspectos que trascienden la particularidad de la inmediatez perceptiva, la cosa en sí; de cierta forma, es el entendimiento el que hace posible que se pueda observar algo cuando se percibe sensorialmente una cosa.

Antes de cualquier realidad externa, el sujeto viene con un entendimiento que media la experiencia y que le permite analizar lo nuevo a la luz de lo ya conocido; de cierta forma, se conoce desde lo que ya se sabe, desde el entendimiento que se tiene, que se porta. No hay conocimiento que surja de la nada, o del hecho, de lo observado; sino que se construye con el entendimiento que es el que media la experiencia pasada. Se conoce desde el a priori a la experiencia actual, desde el entendimiento que guía en interés de la razón.